Prólogo

El duelo final de Atem contra Yugi, cuando el último ganó, Atem pudo descansar en paz. Pero, ¿era eso lo que quería?

En el campo de Junco donde descansaban los antiguos egipcios, todos sus amigos del pasado se reunieron para pedir a favor de su faraón Atem a los más grandes dioses de Egipto.

Todos sabían que desde que Zorc apareció para intentar gobernar el mundo, el joven faraón tuvo que renunciar a todo. Encerró a Zorc y para que todo permaneciera así tuvo que olvidar todo y descansar en el rompecabezas. Hasta que tres mil años después junto con Yugi Muto y sus amigos volvió a enfrentarse a Zorc en el cuerpo de Bakura el bandido  y le derrotaron.

El salvó el mundo, merece ahora vivir la vida a la que tuvo que renunciar hablo el sacerdote Seth a los dioses que reunidos tomaban una decisión—. Merece acompañar a sus nuevos amigos, y cuando envejezca y vuelva a morir lo estaremos esperando aquí.

Atem... —las voces a coro de los dioses llamándole sonaban como un eco mezclado con el suave susurro del viento—. ¿De verdad deseas permanecer con tus amigos un poco más?

Si,  eso deseo. El faraón nunca estuvo tan seguro antes—. Quiero acompañarlos hasta que terminen sus días y cuando eso pasé volveré aquí al descanso eterno.

Concedido —el coro de voces dio su veredicto, le concederían ese gran deseo—. Les agradezco la mirada de Atem estaba llena de gratitud—, pero quiero hablarles de alguien.

Puedes hablar.

Castillo de Pegasus:

El viento cargado de aroma a soledad se colaba por las cortinas de las enormes ventanas, y llenaban la inmensa habitación repleta de lujos y riquezas; riquezas que no podían llenar el vacío del corazón del hombre que acostado sobre su cama no podía conciliar el sueño. Estaba tan sólo, tan triste.

Pegasus J. Crawford, sal al balcón... —una voz de ultratumba le hizo levantar de la cama bastante asustado—. No digas nada y sal al balcón.

No pregunto,  sólo obedeció y al cruzar a través del cortinado del ventanal, la bella silueta de una dama en aristocrático vestido le quitó el aliento.

Somos los dioses del antiguo Egipto, un amigo hablo a tu favor y se te concedió el mayor anhelo de tu corazón, sin que des nada a cambio... agradécele...

La voz se desvaneció en el viento frío de la noche y los ojos grises de la joven correspondían con suma felicidad la mirada llena de amor de ese único ojo café del hombre del parche.

¡Cindya! ¡mi amada Cindya! la abraza con todas sus fuerzas y la besa con la intención de recuperar todo ese tiempo perdido.

Tienda del abuelo:

Yugi y sus amigos se encontraban reunidos en la tienda del abuelo de este. Se reían un poco mientras miraban la tele, pero era sólo una fachada, no se podía ocultar;  faltaba uno, le echaban tanto de menos, tanto que tenían la tristeza pintada en la cara.

Yugi... tienes una visita... dijo el abuelito junto a la puerta de su comercio.

Los ojos de todos se abrieron de par en par, no preguntaron nada, no importaba por que, importaba que estaba allí, de regreso con ellos.

Atem abrió los brazos para abrazar a sus amigos nuevamente y todos corrieron para abrazar al moreno.

Por otra parte, en Kaiba Corp, una joven esperaba su entrevista para convertirse en la nueva secretaria del CEO. 
 
Mientras esperaba,  la albina ojiazul leía una revista de turismo.

Takahisa Kisara, ya puedes pasar anuncio la recepcionista.

La chica de cabellera blanca siguió al hombre que le guío asta la oficina del señor Kaiba. Una vez dentro tomo asiento frente al empresario.

Era una gran oportunidad laboral, todo lo que había soñado, y el en persona era mucho más guapo de lo que se había imaginado.

Los dos se miraron un rato en silencio y ambos rostros se ruborizaron inevitablemente. Era como si se conocieran de una vida pasada, como si estuvieran predestinados a enamorarse, pero esas cosas sólo pasan en los cuentos de hadas, y la mirada de Kisara se clavó en las manos del castaño, más precisamente en el anillo de matrimonio en su dedo.

La entrevista transcurrió con normalidad y ya estaba decidido, ella sería su secretaria.
La vio salir por la puerta y se sintió aún más arrepentido de haberse casado enseguida cumplió la mayoría de edad, con Ishizu Ishtar, cuatro años mayor que él. Por la única razón de que se sentían muy solos los dos.

Solo llevaban cinco meses de matrimonio y no eran capaces de ponerse de acuerdo en absolutamente nada. Pero, sería papá y eso lo cambia todo.

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